Simonetta Garih

Primera mujer que sale a un circuito español y gana en el Jarama a los hombres

Nos cuenta su historia

Tomé contacto con el deporte del automóvil desde el asiento derecho del coche, o sea como copilota allá por el año 1971. Decidí entonces que todo mi tiempo libre y dinero lo dedicaría a ese deporte. Tras un breve aprendizaje impartido por amigos y, sobre todo, muchas horas como forofa espectadora de rallyes y circuitos, participé en mi primera carrera: “La Subida en Cuesta de los Hoyos”.

Lo hice con lo único que tenía, mi propio coche de andar por la calle, un Seat 850, pero tuve que equiparlo con todos los dispositivos de seguridad porque era obligatorio. Ahí gané mi primer trofeo, el llamado “Trofeo de damas”, tenía 20 años. Pero fue un trofeo al que entonces no le di mucho mérito, pues era la única mujer participante. Entonces no, pero, con el tiempo, me he dado cuenta de que la importancia de ese premio estaba precisamente en ser yo la única mujer que participó en esa carrera, el triunfo no era individual, efectivamente, sino colectivo, de las mujeres.

Después vino el circuito del Jarama. Eso ya eran palabras mayores. Recuerdo que durante unos entrenamientos me adelantó un coche, intenté seguirle pero, después de la primera curva, volqué y mi coche quedó boca abajo, apoyado sobre el techo. Siguieron algunas carreras en el circuito y mi primer rallye, en el que mi sufrido Seat 850 volvió a quedar patas arriba. Yo no me hice daño gracias a esas protecciones y barras que los coches llevan por dentro y que los convierte en jaulas muy difíciles de deformar, pero el coche quedó muy maltrecho y hubo que venderlo. Así murió mi primer coche. También me echaron del seguro

Con mi segundo coche, un Simca Rallye, participé en carreras en el circuito del Jarama y en rallyes, con diversa fortuna, pero fui adquiriendo experiencia, que para mí era de lo que se trataba, y empecé a ganar fama de rápida.

Nos cuenta su historia…
En 1972, con 21 años, hice malabares económicos para poder comprar un viejo monoplaza con motor Seat 1430. Era viejo de verdad y no daba mucho de sí, pero con él me convertí en la primera mujer, en España, que compitió en esta modalidad. ¡La primera mujer que corría en un monoplaza en España! Comprenderéis que semejante osadía hizo que mi nombre saliera en los periódicos. Pero el asunto me trajo problemas: mi padre se enteró por la prensa de en qué andaba metida su hija. Bronca con él. Con mi madre no (aunque la hubiera tenido también), porque ella vivía en Italia y yo vivía con mi padre; desde los cinco años, desde que ellos se separaron, sólo la veía durante las vacaciones. El caso es que yo no estaba dispuesta a renunciar a correr en coches ni a aguantar regañinas, así que pasé a inscribirme en las carreras con el pseudónimo de “Yolanda”. Y como Yolanda fui conocida durante el resto de mi carrera. Años más tarde me enteré de que mi padre guardaba con orgullo los recortes de periódicos en donde aparecía su hija. Contradicciones con las que tuvieron y tienen que vivir los padres, especialmente si nacieron en 1914, como el mío

Si en aquella época era difícil encontrar patrocinio, pues el automovilismo tenía poca repercusión en prensa y televisión, para una mujer era ya casi imposible, porque las carreras de coches eran consideradas cosa de hombres. De hecho es que lo eran, eran cosa de hombres, como se encargaban de recordarme muchos de ellos cuando me veían con el casco y el mono. Seguir el campeonato de fórmula 1430 por los pocos circuitos de España y alguno en el extranjero resultaba demasiado costoso para mí en aquella época, así que no hubo más remedio que vender el monoplaza.

En 1973, en plan más económico, me hago con un Seat 600, veterano, pero a tope de preparación. Con él conseguí por fin poner una auténtica pica en Flandes, porque gané el Trofeo Primavera en el circuito del Jarama convirtiéndome así, en la primera mujer que conseguía ganar una carrera mixta en esta especialidad. Dicho de otro modo: fui la primera mujer que le ganó en el Jarama a los hombres.

En 1974, gracias a mis logros en los circuitos, fiché para la marca Authi para conducir un Mini Cooper. No me lo podía creer, casi era una profesional. Digo casi porque el acuerdo era optar al título femenino dentro del Campeonato de España de Rallyes, que aquel año incluyó varios rallyes mixtos del campeonato nacional. Anteriormente, el Campeonato de Rallyes Femenino constaba sólo de pruebas de regularidad (pruebas que consisten en la habilidad de recorrer ekis kilómetros a una media de velocidad establecida, siempre bastante lenta; había que pasar por los mojones kilométricos dentro del segundo exacto correspondiente a la media prefijada; si corrías de más, penalizabas lo mismo que si corrías de menos). Os lo repito y así me ahorro los comentarios: hasta ese año, el Campeonato de Rallyes Femenino constaba exclusivamente de pruebas de regularidad. La regularidad no se me daba bien del todo, era un auténtico aburrimiento, pero gracias a que ese año se incluyeron también pruebas de velocidad, logré ganar mi primer campeonato, aunque fuese femenino.

En 1975 Authi quiebra y tengo que volver al calvario de buscar patrocinadores. Lo más destacado de ese año fue mi participación en el Gran Premio Femenino de Mónaco, que reunía a todas las grandes campeonas europeas , yo era la representante española y la más joven e inexperta entre ellas.

Se trataba de mujeres poderosas, con un palmarés impresionante, ganadoras de campeonatos mixtos que pilotaban monoplazas y coches de mucha potencia. Con todo quedé en séptima posición después de un pequeño choque en la parrilla de salida.

En los años siguientes probé fortuna corriendo el Campeonato Nacional de Rallyes con un Seat 124. La copa de damas, incluida ya dentro del campeonato mixto, siempre era mía; pero lograba clasificarme entre los 10 primeros puesto de algunos rallyes. Rallyes cuya inscripción llegaba a veces a los 100 participantes, de los cuales, acababan alrededor de unos 20 o 30 coches, dependiendo de la dureza de las pruebas. Por supuesto los primeros puestos los copaban coches de muchos más caballos que mi Seat 124.

En 1980 vuelvo a aparecer con fuerza en los periódicos al ganar el Campeonato de Promoción de rallyes con un Seat Ritmo. Y vuelvo a ser la primera mujer que gana un campeonato mixto en España, y de hecho fui la única mujer participante. Os lo digo de nuevo de otro modo: todos son hombres y es la única mujer que participa la que gana el Campeonato Nacional.

En 1981 invierto todos mis ahorros en comprar un señor coche, un seat 131 Abarth, para participar en las pruebas del Campeonato Nacional de Rallyes y en algunas del Campeonato Europeo con el fin de conseguir el título Europeo de Damas. En el transcurso del primer rallye de la temporada, la suspensión de mi coche prácticamente se deshizo y con ella la posibilidad de continuar pues el presupuesto no daba para muchos arreglos.

Vendí el coche y acabé la temporada corriendo alguna que otra carrera de circuito con un Ford Fiesta prestado por la marca. Mi carrera como pilota había terminado, más por falta de patrocinadores que de ganas de seguir. Pero, para mi suerte, me contrataron, por mi experiencia deportiva, para dirigir el equipo de pruebas de la revista Motor 16. Puedo decir, con orgullo, que por mis manos han pasado todos los modelos de autos de los últimos tiempos.

Anécdotas

Otra anécdota reveladora del machismo sucedió cuando gané el Campeonato de Promoción de Pilotos de Rallyes. Después de la entrega de premios y mientras celebrábamos la victoria, se me acercó, llorando, el piloto que quedó segundo del campeonato. Me dijo que no lloraba porque le hubiera ganado, sino porque, “cómo iba él a decirles a sus amigos que le había ganado una mujer”.

En mis comienzos deportivos tuve que aguantar el típico comentario de un piloto machista antes de una carrera: “¡Lo que nos faltaba, mujeres también en los circuitos!; fregando platos teníais que estar”. Al acabar la carrera y ganarle al individuo, esta vez fui yo la que se le acercó y le dije: “hoy los platos los friegas tú”.

En muchas de las entrevistas que me hicieron, las discusiones empezaban cuando querían fotografiarme en la cocina removiendo una cacerola. Al final ya no me lo planteaban.

Una vez, al terminar un rallye en el que tuve que resolver un montón de averías, terminé tan negra de grasa que oí detrás de mí la voz de un niño preguntar: “¿Papá, es un chico o una chica?”.

En un viaje, paré a un hombre que hacía auto-stop, cuando se bajó del coche al llegar a su destino, me dio las gracias y cogió aire para decirme lo siguiente: “Señorita, conduce usted como un hombre”.