Venezuela 1853 – 1917
Fue pianista, cantante y compositora. Ha sido denominada por muchos expertos como la pianista más prolífica de América Latina durante los siglos XIX y XX, y una de las pianistas y compositoras más importantes del mundo considerando lo inusual de que una mujer de su época se dedicara a esa profesión.
Teresa Carreño fue bautizada como María Teresa Gertrudis de Jesús por sus padres, Manuel Antonio Carreño, sobrino de Simón Rodríguez, y Clorinda García de Sena y Rodríguez del Toro, prima de María Teresa Rodríguez del Toro y Alaiza, esposa del Libertador Simón Bolívar, en cuyo honor recibió su nombre. Teresa Carreño comenzó sus estudios musicales desde muy temprana edad, al lado de su padre. De hecho, a los cinco años practicaba usando más de 500 ejercicios compuestos por su padre y que se paseaban por las dificultades rítmicas y técnicas más importantes. Estos estudios los continuó con el pianista Jules Hohené, Georges Mathias y más tarde, al trasladarse a Nueva York, con el estadounidense Louis Moreau Gottschalk. A los seis años publicó su primera obra, dedicada a su maestro y titulada «Gottschalk Waltz» («Vals de Gottschalk»), agotada en tres ediciones sucesivas en un solo año.
En 1862 la familia Carreño García debe abandonar Venezuela por la difícil situación política y económica que atravesaba el país. El 1 de agosto de 1862, la familia parte a Nueva York dejando a la hija mayor, Emilia Carreño Sena, por entonces de 15 años de edad, para contraer nupcias. Llegaron a la ciudad estadounidense el 23 de agosto, e inmediatamente Teresa comenzó a dar pequeños conciertos privados a amigos de la familia, dando a conocer sus progresos con el piano y acrecentando su fama.
Teresa Carreño realizó su primer concierto en público el 25 de noviembre de 1862 en la sala Irving Hall de Nueva York. La crítica fue muy favorable a la artista, hasta el punto tal que, después de este concierto y hasta fin de año, tuvo cinco presentaciones más, recordándose en especial su actuación exitosa en la Academia de Música de Brooklyn.
En el otoño de 1863, ofreció un concierto privado en la Casa Blanca invitada por el entonces presidente estadounidense Abraham Lincoln. Como Carreño sabía que al Presidente Lincoln le gustaba la música compuesta por su maestro Gottschalk, tocó varias piezas de su autoría. Como anécdota refiere el escritor Kenneth Bernard, citando palabras escritas varios años después por la pianista, que la niña se dio cuenta de que el piano del recinto presidencial estaba desafinado y declaró que no tocaría más. Como respuesta, Lincoln le dio unas palmadas en el hombro y le pidió que tocara una de sus canciones favoritas, «The Mocking Bird» («El ruiseñor»). Carreño la interpretó entonces con algunas variaciones respecto al tema original
A los 9 años debuta como solista con la Orquesta Sinfónica de Boston y con la Filarmónica de Londres. A los 13 años, se encuentra con su familia en París, donde conoce a compositores famosos como Rossini, Gounod, Maurice Ravel, Claude Debussy y Vivier. En el salón de Madame Erard tiene la oportunidad de tocar con Franz Liszt, quien queda asombrado con las facultades interpretativas de la niña. Desde esa corta edad realizó giras en Cuba, presentándose en La Habana, Matanzas y Cárdenas. También se presentó en Estados Unidos en las ciudades de Filadelfia, Miami y Baltimore, entre otras. Con el mismo éxito, debutó en París el 3 de mayo de 1866, y a esta actividad le siguieron varias presentaciones que le permitieron introducirse en el medio musical de la capital francesa. En uno de estos conciertos, conoció al destacado pianista Johannes Brahms, al compositor italiano Gioacchino Rossini y a la cantante de ópera Adelina Patti. Estos dos últimos la motivan para que curse estudios de canto, debutando posteriormente como mezzosoprano en la ópera Los hugonotes, de Giacomo Meyerbeer.
En 1866 muere su madre en una epidemia de cólera; sin embargo, esto no la detuvo y viajó a España, donde ofreció conciertos en diversas ciudades. Posteriormente, volvió a Estados Unidos para continuar su gira de conciertos.
En 1873, a los 19 años, contrae matrimonio con Emile Sauret, violinista hábil pero persona irresponsable y débil de carácter. El 23 de marzo del año siguiente nace producto de ese matrimonio Emilia Sauret Carreño. Teresa se ve obligada a dejar a su hija al cuidado de la señora Bichoff, una amiga alemana, lo que le permite iniciar su gira con su esposo. Dicha gira resultó un fracaso, y eso, aunado a la pérdida del segundo hijo de Teresa, lleva a la disolución del matrimonio. Por esos días también falleció su padre, Manuel Antonio Carreño, lo que sumió a Teresa bajo una fuerte crisis económica, que no le permitió cubrir los gastos que implicaba la crianza de su hija. Le explicó esta situación a su «amiga» alemana Bichoff; y ésta le propuso adoptar a la niña con la condición de que Teresa no la viese más. La pianista no tuvo otra opción que aceptar la propuesta.
En 1876 Teresa viaja a Boston, presentándose como cantante, y conoce al barítono italiano Giovanni Tagliapietra, integrante de la compañía con la que estaba de gira. Se casan ese mismo año y fundan una empresa de conciertos, la Carreño-Donaldi Operatic Gem Company. De este matrimonio Teresa da a luz a 3 hijos: Lulú (1878), Teresita (1882) y Giovanni (1885), a quienes Teresa dedicó buena parte de su vida y cuya crianza alternó con sus giras y conciertos por Estados Unidos y Canadá.
Su segunda visita a Venezuela se produce en febrero de 1887, atendiendo a requerimientos artísticos del entonces presidente de aquel país Guzmán Blanco. Una visita con la que, por cierto, no se obtuvieron los resultados esperados por el público caraqueño de la época. Este segundo viaje fue enturbiado por el rotundo fracaso de la compañía de ópera que trajo consigo y por el comportamiento un tanto licencioso de su esposo. Dicha compañía estaba compuesta por 49 músicos que viajaron con la artista para interpretar una ópera italiana financiada por el Gobierno Nacional en el Teatro Guzmán Blanco. La noche de la primera función, el director no se presentó y fue cuando Teresa, obligada por las circunstancias, debuta como directora para no suspender la función de la noche de estreno. Aun así, la mediocridad de la compañía y la poca popularidad del gobierno produjeron el rechazo masivo de esta empresa. Teresa es obligada a mantenerse en Venezuela por una decisión del Tribunal de Comercio del Distrito Federal, consecuencia de una demanda de incumplimiento de pagos a uno de los miembros de la compañía. Finalmente, con ayuda del presidente Guzmán Blanco, Teresa consigue partir a Nueva York el 23 de agosto de 1887.
En ambos viajes a Venezuela, Teresa tuvo una permanencia de cerca de un año: de modo que, en sus 34 años de agitada vida, solo 10 transcurrieron en su país natal. Sin embargo, conservó hasta el final de su vida su identidad venezolana. También fue venezolana en sus costumbres y gustos domésticos, en muchos rasgos de su temperamento y aún en ciertos toques de su inspiración como compositora, en los que se advierten claras reminiscencias del merengue característico de su patria.
En 1889 Teresa se separa de Giovanni Tagliapietra y viaja con sus hijos a Alemania, donde realizó diferentes conciertos y logró ganar la aprobación de tan difícil escenario. Fue en este lugar donde se consagró como concertista de fama internacional. En 1892 contrae matrimonio con el famoso pianista Eugen d’Albert, de quien tiene dos hijas, Eugenia y Hertha. En 1895 se separa de d’Albert, y en 1902 se casa con Arturo Tagliapietra, hermano de su segundo esposo, Giovanni.
En 1917, poco antes de su muerte, prepara una gira por Sudamérica y antes de iniciar el recorrido sale para Cuba, donde, luego de un exitoso concierto con la Filarmónica de La Habana, sufre serios quebrantos de salud por lo que su médico le aconseja que cancele su compromiso artístico y retorne a Nueva York. Allí le diagnostican parálisis parcial del nervio óptico, que amenaza con extenderse al cerebro. Le prescriben un reposo absoluto y una dieta. Pero a pesar de haber tomado las precauciones pertinentes, Teresa Carreño fallece el 12 de junio de 1917 en su apartamento de la Residencia Della Robbia, en el 740 de la West End Avenue, en Manhattan, donde en 2003 se develó una placa conmemorativa en su nombre.
Durante el funeral, celebrado dos días después, Louis Kaufman Anspacher, por entonces decano de la Universidad de Columbia, pronunció un discurso en honor a la artista. Durante el sepelio fueron interpretadas obras de Fanny Mendelssohn tales como Mi Dios, acércate a él, Dios secará las lágrimas de mis ojos y ¡Oh!, descansa en Dios.
Sus restos fueron incinerados, de acuerdo a su última voluntad. Sus cenizas fueron llevadas a Venezuela en 1938 y desde el 9 de diciembre de 1977 reposan en el Panteón Nacional. En su honor, el principal complejo cultural de Caracas, inaugurado en 1983, lleva su nombre (Teatro Teresa Carreño). Cuando sus cenizas llegaron al puerto de La Guaira en el vapor Santa Paula el Correo de Venezuela decidió emitir una estampilla en su honor, pasando a ser así la primera persona de sexo femenino en tener su imagen grabada en una estampilla venezolana.
LEGADO
A lo largo de su más de medio siglo de vida artística se presentó en los mejores teatros de ciudades como Nueva York, París, Berlín y Milán, además de muchas otras ciudades de Europa, América, África y Australia, realizando interpretaciones destacadas de obras de Ludwig van Beethoven, Liszt, Chopin, Schumann, Johannes Brahms, Edvard Grieg, Antón Rubinstein, Niccolò Paganini, Carl Maria von Weber, Richard Strauss, Piotr Ilich Chaikovski, Louis Moreau Gottschalk, Edward MacDowell, Igor Stravinsky y Serguéi Rajmáninov, entre otros. Se puede afirmar que Teresa Carreño desempeñó una importante labor como pianista, cantante de ópera, empresaria artística y consejera y maestra de generaciones de artistas de su tiempo. Teresa Carreño señalaba que la cultura general de un artista era indispensable para la proyección específica de su arte particular. Por ello se complacía en señalar en sus clases la importancia de la simple observación de la naturaleza, del estudio de los seres humanos como hombres y como creadores, del conocimiento de la arquitectura, de la narrativa y de la poesía. En cuanto al piano en sí mismo, como instrumento físico de apoyo, conocía las cualidades técnicas y sensitivas del ejecutante. En su honor, el principal complejo cultural de Caracas, inaugurado en 1983, lleva su nombre (Teatro Teresa Carreño), así como una plaza en el parque El Calvario, dos calles, un colegio y una orquesta sinfónica juvenil de El Sistema.